En ésta edición la revista Goles nos regalaba un Mini-póster de Ademir da Guia, jugador siempre muy destacado por mi abuelo, que siempre decía que el padre había jugado en Boca, lo cual pude descubrir recién investigando sobre éste, el hijo prodigo, cuya vida se repasa a continuación:
En el barrio carioca de Bangu, cuando aquel muchacho de 7 años, frágil, magro y tímido pasaba, decían: "Es hijo de Domingos, el que acaba de terminar su carrera. Ese chaval talvez sea el único da Guia a no jugar bola, pues sólo piensa en nadar". Y recitaban los nombres de los cracks del clan: Luís Antonio, zaguero banguense de 1912, Ladislau y Mamédio, llegando a Domingos da Guia, el Divino Maestro, pequeño de los hermanos y el más famoso, cuya trayectoria, el Brasil y el resto del mundo conocen muy bien. De hecho, Ademir da Guia, nacido el 3 de abril de 1942, hasta los 10 años sólo pensaba en la piscina, donde conquistaría un trofeo para el Bangu Atlético Clube. Y vendrán los partidillos con los muchachos, y el hijo del Divino Maestro jugaría en un equipo llamado Céres. En 1956, se incorporó al infantil del Bangu, donde se quedaría el año siguiente. Ya inclinado a ser un media-punta, sus ídolos en esa fase eran Dequinha y Rubens, interiores del Flamengo y reservas brasileros en la Copa del Mundo de 54. En el 58, Ademir pasó brevemente por el juvenil de Botafogo y volvió al Bangu, donde esa categoría era entrenada por Elba de Pádua Lima, Tim. A partir de aquí, a los pocos tiempos el hijo de Domingos y Erotildes olvidaría la piscina y se dedicaría al fútbol. Viendo en él elegancia, toque refinado de bola, visión de juego, buen posicionamiento, sentido colectivo y una extrema lealtad - además de la "griffe" del nombre da Guia -, Tim tuvo el feeling de tener entre sus manos una piedra preciosa. Y decidió lapidarla lentamente. Pero Domingos, con el mismo entendimiento sobre el hijo, lo ofreció al Santos, donde Pelé iniciaba su reinado. Pero, por divergencias salariales el joven da Guia no se hizo santista. Y fue campeón juvenil carioca en 1959 con el Bangu. En marzo del 60, su calidad lo llevó a los entrenamientos de preparación del pre-olímpico de la selección amateur brasileña en Pérú, en vista a la Olimpiada de Roma. En el momento de la elección, aunque presentido, fue Gersón quien viajó. Para la suerte de da Guia, Zizinho, el grande Mestre Ziza, asumió la dirección del profesional bangüense y no dudó en titularizarle para vencer en el torneo de Nueva York - batiendo, incluso, el italiano Sampdoria por 4 a 0. En el inicio del año siguiente, antes de volver a Estados Unidos para defender el título, el Bangu jugó en Portugal y España. Es cuando el Barcelona quiso comprar Ademir por 16 mil dólares pero no tuvo respuesta de Bangu. En agosto, Domingos negoció el pase del hijo para el Palmeiras, hecho que provocó una frase blasfematoria de un presidente bangüense: "Vendimos un palo"... Pues, ironía de la suerte, el palo se volvería el mayor ídolo del club del Parque Antarctica de São Paulo. En su primer año de "alviverde", da Guia actuó en los aspirantes e hizo en diciembre su primer amistoso con el primer equipo. En seguida, con el duo del medio campo del Palmeiras, Zequinha - Chinezinho, el mismo de la seleção brasileira que iba al Mundial de Chile, él empezó a jugar con los profesionales. Y en 63, además de consagrarse campeón con los aspirantes, da Guia fue también muy aprovechado en el profesional para ganar el título paulista. Con justicia, en ese año 1963, la prensa lo consideraría el mejor jugador de todo São Paulo. En la época, el refinado conjunto alviverde pasó a ser llamado "Academia". Y no faltó quien dijese que Ademir era lento, confundiendo su estilo de juego cadenciado - pero de largo pasos - con lentitud y pereza. A lo contrario, claro, otros respondían que él parado, hacía más que todos los velocistas que corren inútilmente. Con la salida de Chinezinho, el nº 10, para Italia, las puertas del club se abrieron para Ademir. Y, feliz por jugar al lado de da Guia, el lateral Djalma Santos pasó a llamarle "Divino", lo que era más una definición que un nombre. (Eventualmente, su divinidad era de nacimiento, una herencia paterna). Coronando su llegada el estrellato, da Guia en 64, recibió a su lado un socio, Dudu, volante que con él formara el centro irradiador de talento del equipo paulistana en los 60 y 70. A partir de eso, el Divino fue recordado por los medias de São Paulo para integrar la seleção nacional. Y en el campeonato paulista, la Academia, regida por la técnica de Ademir, se convirtió en la única fuerza capaz de contestar la supremacía del Santos de Pelé. Cuando llego 1965, el mediocampista alviverde celebró victorias del club en los torneos IVº Centenario de Rio de Janeiro y en el Rio-São Paulo. Para él, también fue fiesta estas 6 primeras selecciones con la seleção brasileña, siendo una de ellas con el Palmeiras representando el País y venciendo a Uruguay por 3 a 0 en el estadio Mineirão, bajo las órdenes de Filipo Nuñes - el único técnico extranjero de la selección. Con todo, en ese año, lo que le pasó de mejor para el Divino da Guia fue de conocer una muchacha chilena en una gira del Palmeiras. De verdad, ella le tocó el corazón con la suavidad y la ligereza con que Ademir acostumbraba a tratar la bola. Con el corazón abrasado de amor, fue campeón paulista en 66. Y ganó la Taça Brasil y el torneo Roberto Gomes Pedrosa (Robertão) de 67, cuando se casó por primera vez - unión que le daría 2 hijos, que luego se hermanarían con otro del segundo matrimonio. Aún se llevó otro Robertão (69), los estatales de 72, 74 y 76, el Campeonato Brasileiro de 72 y 73, los torneos Ramón de Carranza (69, 74 y 75), Ciudad de Zaragoza (72) y de Mar Del Plata (72), entre otros. (En 1972, la revista Placar lo distinguió como Bola de Prata). A la seleção, da Guia volvió en 1974 - cuando hizo una media parte contra Polonia, para el 3º lugar del Mundial de Alemania - y en 76, completando así 12 selecciones con la camiseta canarinha. A los 33 años, quería jugar cuatro años más. Pues, estaba en forma, tonificado y se aplicaba en los aspectos físicos. Fue, cuando en 1975, en un amistoso en Manaus, de repente a Ademir, le faltó aire. Luego, sufriría otros tormentos respiratorios que le debilitarían. En 76, ya libre de pase, el media-punta recibió ofertas de Corinthians, Guarani y del Monterrey mexicano, pero prefirió continuar con el Palmeiras. Finalmente, sintiéndose mal otra vez en septiembre del 77, en un partido contra el Corinthians, el Divino capitán palmeirense pidió salir a la media parte y desde entonces jamás volvió a actuar como profesional. A lo largo de su carrera, había jugado 866 partidos y marcado 153 goles. Con el fin de la Era Ademir acabaría la Academia que encantó 12 años de vida. Y en los estadios, a escala universal, hay una certeza, es que nadie demostró más elegancia que ese crack del toque de bola. Por eso, él es poema ("Ademir da Guia") de João Cabral de Melo Neto - un nombre de la literatura brasileña -, estatua en la sede del Palmeiras, memoria merecida dentro y fuera de Brasil. Sobre da Guia, se ha escrito en Cádiz: "Es una especia de violinista que muestra una sonrisa de una suavidad desconocida en el fútbol de hoy". Así, no es exagerado afirmar que el Divino Ademir fue - en todos los tiempos - quien más acercó ese espectáculo artístico y esportivo apasionante de la danza, de la música y de la escultura.
Nota: Este texto es uno de los capítulos del libro de Antonio Falcão, "Os Artistas do Futebol Brasileiro"